He cumplido más de 7 años privado de libertad, tuve tiempo para pensar y créanme que no hay dinero del mundo que pague un día de encierro. Aquí -en la Penitenciaría Granja Ko'ê Pyahu- hace parte de mi realidad un vivero de arbolitos y sueño en apoyar a reforestar el país.
Así arranca una charla con Eldon (41), un interno de aspecto bien cuidado, de mirada inteligente y gestos atentos expresados en su acento alemán de colono sampedrano, que esperaba ansioso la visita en esta granja. El lugar en sí está en Asunción y es lo menos parecido a un penal; Ko'ê Pyahu es solo para condenados, hay 25 personas privadas de libertad con carácter semi abierto, no tiene celdas ni rejas, pocos agentes de seguridad y un verdor entremezclado con los senderos, invitante a narrar la historia de quien sueña con su reinserción social muy próxima.
-Vayamos por el inicio. Cuéntanos como era todo antes de aquí.
Estoy en este lugar por circunstancias de la vida que no me explico aún. Siempre fui un buen hijo de padres rectos, estudié Psicología Empresarial, me casé joven y tuve dos hijos, con buena soltura económica como propietario de una agencia de viajes por 9 años. Un día la ambición descompuso mi vida, capaz hubo algo de inmadurez o insensatez de no contar que en cuestión de segundos todo puede tornarse en esta otra realidad que no le deseo a nadie.
-¿Cómo atraviesas ese ciclo de vida?
He tenido tiempo de recapacitar y arrepentirme; han sido 7 años en la Penitenciaría de Tacumbú, 8 meses que llevo en la granja y me restan unos 5 meses aproximadamente. Es bueno saber, que no le guardo rencor a nadie. Mi peor miedo era que mis hijos se sintieran abandonados.
Me reinventé en mucho. Presumo ser un tipo “querible” (risas), comparto con mi familia el tiempo que puedo y además ahora, ya puedo hasta ir a visitarles a casa. Tengo buenos hábitos; estoy de pie a las 5 de la mañana poniendo en orden mi habitación y luego ya me sumo a las tareas comunes que cumplimos por horarios entre todos.
- Háblanos de tu proceso de reinserción y el cultivo de árboles nativos.
Veo que las autoridades están enfocadas en transmitir conocimientos en los penales del país y en contrapartida ponemos voluntad en aprender de las capacitaciones. Recibí instrucciones útiles en cursos sobre cultivo de árboles de especies nativas y me ha ido bien en ello. Eso sumado a que hay una asesoría permanente por parte de un ingeniero agrónomo que nos acompaña con mucho conocimiento en concepto de desarrollo sostenible en los procesos productivos. A más, habitualmente el Instituto Forestal Nacional (INFONA) me provee de buenas semillas con tratamiento de laboratorio y me permite plantar lapacho, cedro, ybyrapita, timbó, tataré, kurupa'y, urundeimí que son mis favoritos.
Llego a alcanzar entre 500 a 1000 arbolitos para reforestación. Mi estrategia de promoción se canaliza a través de amigos, conocidos. Sin dudas el marketing más rentable es el que va de boca en boca entre ingenieros agrónomos y forestales que ya se han acercado a saber de mi fuerza de producción.
Otro módulo a mi cargo, es el de una huerta de hortalizas y frutas para autoconsumo; este tiempo es aprovechado para la cosecha de tomate, lechuga, zanahoria, melón sandía, etc. etc. Tampoco faltan en mis tablones especies medicinales: cedrón, yaguareté ka'a y otros.
-¿Qué has pensado hacer al recuperar la libertad?
He encontrado un lugar donde me siento útil y capacitado, y por ello me he propuesto el desafío de apoyar la reforestación del país. Sé que económicamente también me será redituable y al mismo tiempo honrará la enseñanza de mi padre a quien desde niño vi sembrar vida con árboles de reforestación para el cambio ambiental.
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